viernes, 21 de noviembre de 2014

viernes, 3 de octubre de 2014

jueves, 10 de julio de 2014

lunes, 2 de junio de 2014

LAS MIL MUERTES DE NELSON BOLZONI




En algún remoto lugar de la montaña, en plena cordillera patagónica, una solitaria figura hacia esfuerzos para aprovechar los últimos rayos de luz de los que disponía para agregar unas líneas a los apuntes que traía en las manos.
Se encontraba dentro de un derruido refugio, totalmente compungido por sus extrañas  “vivencias”, mismas que precisamente hoy, pesaban más que nunca.
Su mirada, la expresión de su rostro, sus movimientos, todo lo que lo rodeaba estaba teñido de un alo de misterio indescriptible.
Sentado en un rincón de la reducida habitación, por momentos miraba el techo, como escudriñando el pasado, luego se apresuraba a escribir en unas hojas algo ajadas y humedecidas por el sudor de sus manos. Al verlo, nadie hubiese imaginado que hoy era el  día de su cumpleaños número  cuarenta y uno; y es que, definitivamente  no era la actitud de un cumpleañero, es más, ni siquiera la de un montañista quien esta disfrutando de una aventura en aquellos lejanos macizos.
Pero, a Nelson Bolzoni,  le preocupaba algo más que su edad, al menos hoy, o al menos estos últimos  veintinueve años. Y es que no es fácil burlar el fin todos los días; sin embargo Nelson se había convertido en un experto en esto de eludir la muerte. De hecho, por eso era un solitario, un bohemio, y definitivamente  por eso se encontraba hoy en ese lugar.
En la primera de sus hojas había escrito aquello que él suponía podía llegar a ser la primera vez que soñó lo que no debería haber soñado nunca; lamentablemente, de aquel sueño no quedaba mucho en su memoria. Hoy solo lo recuerda porque aquel fuel el día de su cumpleaños número doce.
A veces piensa, que de haber ignorado todos los sueños que se sucedieron, tal vez las cosas solo hubiesen seguido su curso, pero muy a su pesar ya era algo tarde para eso.
Esa primera hoja era muy vaga en sus datos y llega al pie de la misma divagando sobre la vida y sus caminos.
La segunda de ellas se notaba  escrita con gran fluidez, como si cada palabra le hubiese sido dictada. En la misma, sintetizaba muy bien la primera vez que el mundo onírico se fusionó en su mente con la realidad futura. En un comienzo solo le parecieron pesadillas, pero con el correr de los años se dio cuenta que esa era su  horrible realidad.
Así, noche a noche  fue experimentando la horrible sensación de saber como iba a morir al día siguiente. 
En algún lugar del escrito decía: “…y así la muerte decidió jugar conmigo al gato y el ratón […]”.
La frase podía parecer una estupidez, pero tristemente, para Nelson esa era su desgarradora verdad.
Cada sueño en la vida de Nelson se fue llevando algo su niñez; ya que en secreto debía interpretar y memorizar cada situación, porque en ello le iba la vida.
Alguien podría preguntar cómo se dio cuenta de que los sueños le presagiaban tan funesto final, y justamente eso es lo que narra promediando el  segundo escrito:
“13 de abril de 1978. Desperté sobresaltado, otra vez tuve un sueño como el  del otro día; pero de haberme ido a la escuela en el colectivo como lo había soñado, me hubiese encontrado en medio del choque con aquel camión.
Hoy soñé que caminaba hasta el mercadito de la plaza y que luego de comprar un par de cosas perdido entre las góndolas, un ladrón salía de allí a los tiros y dos de ellos me pegaban en el pecho.
Por supuesto, nunca más fui a ese mercado, después me enteré  que justo ese día asaltaron aquel local”.
Y así, como ese fragmento, había muchos, más de los que a Nelson le hubiese gustado escribir.
En los últimos sueños se veía morir en distintos lugares o espacios físicos de los que huía,   eso lo había transformado en un nómade.
Pero un hombre no puede huir para siempre, porque cada vez su mochila de recuerdos a cargar, es más y más pesada. Es por esto que había decidido enfrentar a la muerte en aquel preciso lugar; no sin antes escribir una breve síntesis del calvario que sufrió para llegar allí.
La tarde lo tomó  casi por sorpresa y la luz se fue ahogando en las montañas, dejando tras de si una estela de oscuridad que lo cubría todo. Así,  casi en penumbras juntó todas las hojas y las colocó en su mochila, luego se recostó un poco contra el muro y levantando las mangas de su campera se cortó las venas. Respiró profundamente por última vez, poco a poco se fue desvaneciendo hasta sentir que su cuerpo se iba muriendo por partes, hasta palpar el tiempo con la punta de sus dedos. Sus ojos se fueron apagando y con ellos se fue diluyendo el terrible dolor y la tristeza que lo habían consumido todos estos años. De pronto, una tenue luz al final del camino y la más dulce voz de la que tuviera memoria se dejo oír de entre el letargo.
-“Nelson, levántate tienes que ir a la escuela...”- dijo esa voz, que era la de su madre.
Se levantó confundido, como sedado por el sueño; y al llegar a la cocina un sobresalto lo arrancó bruscamente de su estado –“¡Feliz cumple!- dijeron sus padres y hermanos. Una pequeña torta sobre la mesa, con una vela en forma del número doce, esperaba por él. Le sonrió a todo el mundo, casi con el compromiso de alguien que ya había vivido esto en alguna ocasión, luego miró a su madre y dijo: - “Sabes, anoche soñé que cumplía cuarenta y un años”- a lo que su madre respondió sonriendo – “Pero cumples solo doce Nelson, solo doce”.
Después de un rápido desayuno tomó su mochila y partió a la escuela. Justo al llegar a la esquina el colectivo se detuvo como esperando a que subiese, Nelson vaciló un segundo y fue como si el tiempo se hubiese detenido por ese instante, para regalarle una oportunidad; luego, un poco aturdido y con profunda congoja volteó a mirar a su madre que lo despedía varios metros mas atrás, agitó su mano saludando y subió.
Porque a veces las cosas, solo deben  seguir su curso…
                                                                                                         By Mauricio Cárdenas
                                                                                                                      2008

domingo, 16 de febrero de 2014