lunes, 23 de diciembre de 2019

Los Anteriores


                                                       


LOS ANTERIORES
Es en el nivel dieciséis – dijo Lena, mientras corría junto a sus amigos por uno de los corredores hacia el ascensor.
Los técnicos de la colonia habían rescatado otros fragmentos informáticos olvidados por los “Anteriores”. Estos datos eran de diversa índole; entre otros, había un video casi intacto, el cual sería exhibido en el salón Verde del nivel dieciséis.
La colonia subterránea Patagonia II era el hogar de cuatro mil seiscientas personas entre adultos y niños; así como esta, se sabía la existencia de otras diseminadas por el mundo, aunque solo en teoría ya que no existía comunicación entre las mismas. La única verdad de la que tenían certeza era que la superficie había sido devastada por los “Anteriores”.
Irónicamente estos últimos, quienes fueron culpables de arrasarlo todo, fueron también quienes construyeron las colonias. Pero de eso ya hace tanto tiempo que ninguno de los residentes recordaba nada en absoluto.
Lena tenía nueve años, ella era uno de los afortunados niños que moraban en ese lugar; y junto a Max, Yami, Tomás y Ayelén forman un inseparable grupo.
Afortunados, era solo una forma de decir ya que estos niños jamás habían visto el sol y desconocían totalmente la frágil condición en la que nacieron.
Desde hacía varias generaciones el concejo de científicos de la colonia tenía la difícil tarea de administrar la vida; para ello debía racionar la cantidad de alimentos, nacimientos y agua.
La cruda realidad era que Patagonia II llevaba más de doscientos años incomunicada; durante ese tiempo la población de esta había debido reducirse en tres oportunidades en forma drástica, al punto que ahora solo podía sostener la vida de tan solo el cuarenta y un por ciento de lo que era capaz originalmente. Su carencia mas grande y motivo de preocupaciones era el “agua”.
Según antiguas historias, los “Anteriores” la consumieron y contaminaron por miles de años; producto de esto y a las luchas que se sostuvieron por este recurso la raza humana estuvo al borde de la extinción. Pero todos esos relatos eran casi inútiles conjeturas sobre un pasado del que no existían datos ciertos.
Siéntate conmigo. - Le dijo Yami a Lena, tratándose de acomodarse en la mejor ubicación para ver el video. El pequeño salón Verde era el único que quedaba equipado con pantalla gigante en todo el complejo.
Las luces se apagaron repentinamente y un perturbador silencio inundó la ahora oscura y fría sala.
Algunas imágenes algo distorsionadas se sucedieron en la pantalla. De pronto una suave melodía pareció acariciar los oídos de los inmóviles jovencitos, que quedaron hipnotizados por la densa vegetación que el video mostraba. Los minutos pasaron junto a esas imágenes; de súbito y al unísono, una exclamación de sorpresa e incredulidad circuló rauda la sala. Era un río, un ancho y profundo cauce de agua; tan hermoso, único y a la vez desconocido para ellos que Lena estuvo a punto de romper el silencio para preguntar, qué era eso, pero logró contener toda su curiosidad en un suspiro.
Luego, una gruesa y verde hoja quedó en primer plano. Una lenta secuencia fue mostrando como el rocío de la mañana hacía que fuera naciendo una pequeñísima gota de agua sobre la superficie de la misma.
El tiempo trascurría sin que los niños despegaran sus miradas de la pantalla. Poco a poco iban viviendo el inesperado vértigo e incertidumbre de la vida. Como si se tratase un drama, con un intrincado guion, todos seguían atentos su desarrollo.
En un momento la gota cobró fuerza y comenzó a rodar por la hoja, anexando a su paso otras microscópicas gotitas aumentando así tamaño y peso. En su corto pero lento recorrido fue venciendo a la hoja hasta ganar el extremo de la misma.
Los corazones de los pequeños espectadores latían cada vez con más intensidad, compenetrados con la escena.
Igual que un concentrado clavadista olímpico, la gota de agua pendía de la planta; y luego de un breve balanceo cayó al vacío. Un primerísimo plano mostraba a la diáfana gota surcando el aire, hasta fundirse en un pequeño charco bajo la planta.
Nadie pronunció palabra alguna, solo se quedaron allí anonadados, mudos. Por un efímero instante presenciaron la poesía de la vida y la muerte; por breves momentos sus retinas se llenaron con la imagen de una singular y deseada actriz, una cristalina y casi insignificante gota de agua.

By Mauro 2007
De la obra: S.O.S...NOS RECLAMA EL AGUA

martes, 10 de diciembre de 2019